domingo, 13 de junio de 2010

Depresión y Espiritualidad



Del vacio existencial a la vacuidad liberadora

Buscaremos a la vez aproximar y diferenciar el vacío existencial, doloroso del depresivo, y la vacuidad liberadora, luminosa del místico. En los dos casos, se trata más de experiencias vividas que de conceptos filosóficos. ¿Hay un punto de contacto, una pasarela entre estos dos estados que permiten dar a ciertas depresiones la dimensión de una iniciación, de una entrada en el camino espiritual?.

Igual como la flor tiene su ritmo, se abre y se cierra, también lo tiene el cuerpo, duerme y se despierta, del mismo modo el psiquismo tiene su propio ritmo: él alterna naturalmente las fases de interiorización y de exteriorización. En las depresiones debidas a conflictos intrapsíquicos, se puede considerar que el sujeto está mal e insuficientemente interiorizado. No llega a contactar las zonas profundas de su ser descendiendo por debajo de las tempestades de superficie. Él duda incluso de que estas zonas existan: es su enfermedad y a veces también la de su terapeuta... La sociedad, y a menudo la familia, exigen al individuo que funcione constantemente en el real exterior. Sin embargo, como lo dice Bachelard, “un ser privado de la función de lo irreal (el real interior) es tan neurótico como un ser privado de la función de lo real (real exterior)".

La concentración del melancólico sobre sí mismo se acerca en un cierto sentido a la del sabio, siendo estados totalmente opuestos: los extremos se tocan. Puede ser que el melancólico, presa de una gran ansiedad al comienzo de su crisis, haya descubierto que estando completamente inmóvil podía obtener una cierta paz de espíritu y hacer callar por un momento su enorme auto-agresividad. Pero, a pesar de su inmovilidad, su ansiedad continúa porque él está haciendo este trabajo de pacificación interior demasiado tarde y de manera demasiado superficial.

La meditación representa una prevención, una terapia previa a la depresión: regresando cotidianamente a la fuente de bienestar que hay dentro, se evita esta acumulación de sentimientos de frustración internos que hace que gente que tiene todo, materialmente, para ser dichosos puedan llegar a sentirse amargados y a veces francamente deprimidos.

Volvamos ahora a la idea de vacío, que es el hilo conductor de este capítulo. El depresivo grave siente que su cuerpo está vacío, que el mundo exterior está vacío de sentido, y que él actúa automáticamente. Para él, el vacío parece ser la nada. Para el meditante, la vacuidad no es una nada. Es un depósito de potencialidades y en esto ella está muy próxima a la plenitud del Absoluto. La vacuidad es la ausencia de forma, desde un punto de vista corporal, y esto corresponde a una expansión inmóvil.

El depresivo, por su ansiedad, tiene un cuerpo agitado y lleno de bloqueos. Concentrándose sobre la idea del vacío inmóvil, él atenúa sus bloqueos, pero como lo hace automáticamente sin apercibirse del mecanismo subyacente, (está por debajo de otra cosa u oculto tras ella) el vacío que obtiene persiste todavía cargado de culpabilidad y de ansiedad. Es más, estando apresado por este trabajo interior en curso, empieza a dejar caer el mundo exterior lo que aumenta más su culpabilidad.
El meditante, en cambio, sabe entrar y salir del vacío a voluntad. El sabio puede continuar viendo el vacío mientras actúa. Una idea fundamental del budismo mahayana es: “ver el vacío en la forma y la forma en el vacío”. Instalándose en un estado sin límites, el sabio experimenta la felicidad sin objeto.

Fuente: Alcione.

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